viernes, 20 de julio de 2012

La Violencia


La Violencia

Por Carlos Vicente Torrealba
twitter: @cartorrealba

Hablamos de violencia y tratamos de combatirla  con más patrullas, motos y armas. Pero las autoridades pelean con algo que no tiene forma y cuando no sabemos su forma es difícil que sepan cómo combatirla, de ahí el por qué terminan siendo víctimas de la violencia que combaten.

El número de personas fallecidas es el indicador más objetivo que tenemos del aumento de la violencia en Venezuela. Este aumento está asociado con las drogas y sobre todo con el consumo de las nuevas sintéticas.  Este aumento significativo de la violencia  no solo está en lo barrios y zonas periféricas de la ciudades,  también ha llegado al centro de estas  sitiándolas como grandes zonas de batalla. Donde el crimen y la ciudadanía han empezado a padecer  este  nuevo tipo de guerra civil, por lo menos así lo dan a entender las bajas, sobretodo de los ciudadanos inocentes y productivos.

Históricamente hay una tendencia en el pensamiento  de los venezolanos al  asociar la violencia con la pobreza, y sobre todo en los políticos que creen que la causante de ella es la crisis económica y eso no es así,  más bien es el aumento del consumo de esas nuevas drogas sintéticas que son de muy fácil acceso y de muy bajo costo.

La violencia que vivimos no es producto de la histórica creencia del el abismo generacional,  ya que nuestro verdadero abismo es mental. Una nueva epidemia  ha surgido entre la población venezolana que la hace vulnerable  a la violencia y es el celular haciendo del usuario del mismo un ser distraído ante su entorno ya que todo su mundo perceptivo se encuentra concentrado en el equipo obviando las señales de peligro. Es impresionante la estadística,  ya que tan solo en el robo de vehículos a mano armada el 90% de las personas estaban distraídas recibiendo o mandando un mensaje wthats apps, pin, sms, etc.  

La violencia en Venezuela es una suma de consecuencias:  va desde el consumo de las nuevas drogas sintéticas pasando por la lucha del control y distribución de ésta por los nuevos sindicatos del terror más un abismo mental que nos lleva al problema de  género en la inserción del trabajo,  ya que en las grandes ciudades hoy en día el hombre no consigue trabajo mientras que la mujer si. Este es un fenómeno que posee un  círculo que  se cierra y empieza en el ocio y la drogadicción.

Venezolanidad, ¿cuál venezolanidad?


Venezolanidad, ¿cuál venezolanidad?
El petróleo configuró la Venezuela que hoy conocemos
ANTONIO COVA |  ESPECIAL PARA EL UNIVERSAL
sábado 2 de julio de 2011  12:00 AM
En el convite del mundo actual, ése que se dice "globalizado", hay muchos participantes y cuando algunos de ellos sale a ofrecer sus signos de identidad nos damos cuenta de que son muchos siglos los que tienen a sus espaldas. Tomemos a los chinos, que tan de moda están hoy en día. Ellos son, así lo descubre uno apenas se asoma a su historia, la única sociedad que puede competir de tú a tú con el Egipto faraónico. 

En efecto, si Egipto -el faraónico- se desplegó en la costa sur del Mediterráneo, China presenta rasgos muy parecidos -sin el desierto, por fortuna- con la notable diferencia de que su larga duración llegó hasta morder la segunda década del siglo XX. 

China permaneció durante muchos siglos aparentemente impasible frente a los cambios fenomenales que iban teniendo lugar en el resto del mundo. Sería desde tiempos de Marco Polo, en los estertores de la Edad Media, que su identidad iba a asombrar a los europeos y ese asombro se convertiría en una mitificación desde que los jesuitas tocaran a sus puertas en la agonía del siglo XVI. 

Si dirigimos la mirada a su vecino, el Imperio del Sol Naciente, de nuevo aparecen rutilantes esas señales. Vamos contando una y otra sociedad y sumergirnos en muchas de ellas nos llevaría toda una vida. Baste con citar algunos de nuestros vecinos, Perú y México para no ir tan lejos. Sobrado tiempo llevan sus arqueólogos e historiadores tratando de establecer cuál fue el comienzo -Machu Pichu, incluso, es de reciente aparición en el mundo de la historia prehispánica de América- y por eso todavía hurganpara establecer su identidad. 

Si eso es así, ¿cómo hacer con las señas de identidad de los venezolanos? Antes que nada hemos de constatar un hecho: no somos únicos en el mundo de los de corta duración. No, hay muchos que nos hacen compañía. Brasil, Chile y Argentina vienen de atrás apenas. Y lo más singular, tenemos un compañero que por sobrecogedora que sea su presencia actual es imposible obviar que es de muy reciente data: los Estados Unidos de América son, incluso más jóvenes que nosotros. 

Ya teníamos casi un siglo instalados en esta tierra y todavía faltaban décadas para que los primeros singulares "exilados ideológicos" de las agitadas Islas Británicas arribaran a la costa este de las vastas planicies del Norte. 

Cosa singular, envejecerían con mucho mayo rapidez que sus obligados vecinos de lengua española. 

Hoy lucimos "países emergentes" frente a la primera potencia mundial a la que China pisa los talones. 

La sorprendente Tierra Firme Venezuela tiene el honroso título de haber recibido las primeras pisadas de Cristóbal Colón y su peculiar comparsa en "tierra firme", o lo que es lo mismo en zona continental. No éramos una isla, pues. Otros países, un tiempo después, recibirían la visita del mundo al que transformarían en el primer Imperio de ultramar: la España de los Austria, que iniciaran los Reyes Católicos, Fernando e Isabel. Algunos de ellos podían contemplarles de tú a tú. México y Perú eran Imperios con iguales títulos que los que ostentaban sus "descubridores". Nosotros no. 

Pero, ¿a qué españoles recibieron los escasos habitantes de aquella tierra? Pues a unos aventureros atraídos con frenesí por el oro y el honor. Su esperanza era que el primero pudiera comprar al segundo y asegurarle larga vida. Inexorablemente eso nos llevaría a una sociedad que lo que tenía de explayada en un vasto territorio lo tendría de fuertemente jerarquizada. Con horror descubriríamos las consecuencias de tan férrea jerarquización en la segunda década del siglo XIX. 

Marco Polo, a lo mejor sin proponérselo, había creado una imagen de Oriente: el oro que se mostraba procaz en todas sus ciudades. Y los españoles juraban que "habían llegado al Oriente" por otra puerta, por la puerta de atrás. Eso fue lo que el genovés Colombo no dejó de mercadear una vez que se empecinó en que la Tierra no era como creían que era. 

Toda la primera mitad del fabuloso siglo XVI no hizo otra cosa que ver un trajín continuo. De la seca a la meca empobrecidos españoles iban a la caza del oro que estaban empeñados estas tierras con celo guardaban. Eso fue lo que hace años la película Jericó mostró admirablemente. Allí fue cuando descubrimos que los indígenas eran capaces de mostrar una inteligencia singular: a los agitados exploradores que con afán y premura indagaban por el oro, una y otra vez les indicaban que debían dar la vuelta y devolverse. ¡El oro estaba por donde ellos habían pasado! 

Rápido los españoles se cansaron y oyeron del asombro de su compatriota, Hernán Cortés: el oro -y en abundancia- les esperaba a muchas leguas de distancia y había que apurarse antes de que otros lo agotasen. Comenzó nuestro primer despoblamiento y, cosa singular, nuestra primera adaptación. 

Para quienes se quedaron, si no había oro, pues allí estaban picos y palas, o como decían en aquellos tiempos, los instrumentos de labranza. Y apareció entonces la primera bendición del calor del trópico: un árbol singular que los aztecas cosechaban con esmero, el Xocoatl. Nacieron allí y entonces nuestros primeros "grandes cacaos". 

Pero para serlo hacían falta esclavos y ya estaba el negocio montado. Había aparecido así el tercer grupo que conformaría lo que llamamos Venezuela. Tuvimos, eso sí, una suerte singular -el siglo XX con sus larvados conflictos raciales nos lo ha hecho saber- carecimos, desde tiempo tan atrás, de cualquier temor a mezclarnos. Fue eso lo que produjo el peculiar color que adorna a los habitantes de esta Tierra de Gracia: somos café con leche. Unos con más café -la mayoría- otros con más leche. Con el tiempo se vería que quienes tenían más leche, en el peculiar sentido venezolano, también "tenían más leche". 

Una ruta asombrosa 

Esa leche se comenzó a "cortar" con la aparición en el escenario europeo del militar más notorio de aquel tiempo, el francés Bonaparte. Fue él quien, al desarmar la congelada estructura aristocrática del poder Borbón español, produjo un singular tsunami social en la otra orilla del Atlántico. Lo que Madrid mostró aquel Mayo de 1808: la primera insurrección popular fuera de Francia, se repetiría por doquier en la América española. 

Lo que Venezuela viviría la segunda década del siglo XIX dejaría una huella que aún sangra, pero que con la seguidilla que tuvo hasta 1935 nos legaría una profunda alergia al conflicto social. La Venezuela post gomecista no se puede comprender sin ella, ni tampoco la bendición que supuso un siglo XX con una paz excepcional. 

¿Y cómo se pudo mantener esa alergia por un siglo? Pues porque hubo algo que la alimentó sin cesar: el petróleo. La Venezuela de estos cien años no puede entenderse sin él y son sus avatares en el mercado los que han pautado nuestros sobresaltos. 

Con el petróleo, la sociedad que dejamos de ser en la turbulentas primeras décadas del siglo XIX se configuró la Venezuela que tenemos hoy, y que lucha para no volver a los tiempos de Boves y su pandilla

jueves, 19 de julio de 2012

El Ser Venezolano… A mi entender.









El Ser Venezolano… A mi entender.


por Carlos DÂlvaro

En el ensayo analítico de Arturo Uslar Pietri, titulado La invención de Venezuela y escrito y publicado en la década de los ochentas en la obra de ensayística titulada Venezuela en seis Ensayos de Monte Ávila Editores, se puede constatar de una manera rigurosa y a la vez pintoresca la visión del escritor sobre lo que en sí significa la venezolanidad. Para Uslar Pietri, ciertamente, éste es un fenómeno que tiene significación propia y cuyos orígenes se pueden remontar a la misma época de la colonización, en donde españoles e indígenas, tuvieron su primer encuentro en la Tierra de Gracia y más allá de ello, se fundieron biológica y culturalmente para dar inicio a nuevas tipologías raciales y sociales, que vendrán a ser características de la región. Posteriormente, se sumará a ello, como es sabido, lo oriundo de África con la introducción de los primeros negros esclavos a mediados del siglo XVI, para darle aun más diversidad y complejidad a lo ya establecido para aquellas épocas.
Esta nueva identidad que se estaría formando y a la vez forjando en el territorio americano, traería consigo una nueva configuración, una nueva visión del mundo, una nueva cosmogonía y maneras muy peculiares de vivir la vida en sociedad, que rápidamente advertirán que todo aquello que es proveniente de Europa, es precisamente de Europa; lo proveniente de África es de África; lo de América, igualmente de América y el híbrido o fusión de las tres algo totalmente y a la vez maravillosamente distinto. La prueba de ello, se puede ver en hombres como Simón Bolívar, un Rubén Darío o el mismo Inca Garcilaso quienes tuvieron un arraigo excepcional a lo producido en Hispanoamérica, un sentimiento de diferencia hacia lo puramente español o lo puramente americano y sus vidas y obras concretas se hicieron realidad gracias a la riqueza cultural que habían heredado.
Es así como se da origen a las diversas identidades culturales que hoy perduran en el continente, específicamente en el territorio hispanoamericano. Para efecto de las presentes líneas, la venezolanidad será el epicentro a considerar y con ella el conjunto de rasgos, valores y tradiciones que la caracterizan y hacen de ella su ser: el venezolano como confluencia de las distintas vertientes culturales y sociales en el marco de lo que históricamente se ha podido constatar y evidenciar.
Se comenzará pues, diciendo, que el venezolano es una persona de una gran sensibilidad, siente el calor humano y es compasivo con el prójimo, lo que lo hace un ser cargado de emotividad y sentimientos que vendrán dados por las circunstancias diarias y las hostilidades de su cotidianidad. Ser venezolano implica además una gran capacidad de adaptación a las circunstancias que se viven: es ese conformismo y esa resignación que carga al venezolano de una especie de determinismo que hará que este se sienta identificado con su condición actual, ya sea socio-económica o cultural. Además es un ser con una inteligencia muy viva, que raya casi en la picardía: el resolver las situaciones diarias con gran ingenio y esa facilidad para inventar soluciones momentáneas hacen que “el resolver con lo que hay” se vuelva una característica muy particular. Este rasgo se puede relacionar inclusive, muy estrechamente con el del indígena venezolano, quien a pesar de las condiciones adversas en que vivía y vive, sabe como ‘resolvérselas’ para poder subsistir.
Ser venezolano es ser esa persona que aspira a la igualdad. Su deseo de paz y su apego a la convivencia en grupo, hacen que las desigualdades sean factores de desintegración; y más allá del tan solo deseo de igualdad en un aspecto en particular – como por ejemplo la igualdad ante la ley – la igualdad en general sería lo ideal para resolver de una vez por todas, cualquier indicio de envidia y de confrontación entre unos y otros. Esto es, la estandarización de la vida, la homogenización de la misma y hoy más que nunca se puede evidenciar en las calles de Caracas y del resto de las ciudades de Venezuela. A su vez, el venezolano es ese ser cargado de intuición que casi siempre está motivado por corazonadas, que casi siempre está adelantado a los hechos que sucederán y que de algún modo con ello intenta reducir la incertidumbre en la que vive para darle mayor estabilidad a su universo.
Como heredero de un pasado pluricultural, el venezolano se hace sentir por su música, desde el vibrar de las cuerdas del cuatro llanero hasta el resonar de los tambores costeños de Barlovento; así como por su comida, en donde de acuerdo a la fecha, las mesas de los hogares venezolanos se revisten de una insustituible arepa rellena, un delicioso pabellón criollo o de una suculenta hallaca navideña, así como también del típico chigüire o bocachico en las semanas santas de cada año. Esta mezcla de sabores y sazones tendrá lo característico del ser venezolano, en la confluencia de lo típico de cada región y en la riqueza que ello bien le aporta: en el caso de la hallaca, la hoja de plátano vendrá a ser lo típico del África, el maíz de la masa propio de los indígenas de América y las aceitunas y alcaparras que brindan un sabor sin igual, propias de la vieja Europa.
Ser venezolano, es ser en definitiva un individuo pasional: es un ser circunstancial en donde la razón está al servicio de las emociones y en donde ese temperamento casi bipolar que carga la psicología del venezolano hace que sus estados de ánimo varíen conforme se conciba y moldee una circunstancia en un momento determinado. Esto, obviamente convergerá con otra característica del venezolano: su modo de ser impredecible, el no saber a ciencia cierta como reaccionará hacia un hecho en particular o como se verá influido por el mismo.
Finalmente, estas líneas no pueden culminar sin antes mencionar un aspecto que es muy pronunciado y a la vez muy característico del ser venezolano: la devoción religiosa o inclinación hacia lo místico. En Venezuela, por ser un país fundamentalmente católico, es típica la adoración a la Virgen de Coromoto, de la Pastora, del Valle, de la Chiquinquirá etc. Así como también a los Santos de la Iglesia y las visitas dominicales al templo de Dios son bastante concurridas. A su vez, el sincretismo religioso que es típico de los países de América Latina, también se hará sentir en las tierras venezolanas cuando el danzar de los diablos de Yares o las festividades de Corpus Cristi hagan deleitar a los concurrentes con sus ritos y bailes en honor al Santísimo Sacramento. Se hace importante destacar también otras deidades que son muy típicas de la santería de origen negroide y que también forman parte de la devoción de muchos venezolanos como son el Negro Primero, María Lionza, el negro Miguel, entre otros; quienes también configurarán ese universo de carácter místico del venezolano, con figuras de yeso en muchos de los hogares y fiestas típicas alrededor del año.
Ser venezolano, en definitiva, es ser un individuo multifacético, complejo y antagónico. Los rasgos anteriormente descritos tan solo brindan una aproximación a lo que el individuo de estas tierras representa en medio de su realidad, lo que siente en su diario vivir y el como reacciona ante las diversas situaciones que cada día se le presentan. Lo importante de todo está en el hecho de aceptar de que gracias al pasado tan rico y diverso que se posee por el entrecruce de razas, religiones y culturas diversas, es que la realidad del venezolano es la que es y que en medio de una serie de desaciertos, como muchos puntualizan despectivamente sobre dichas configuraciones al hablar negativamente sobre los venezolanos; el sentirse venezolano se hace único y el sentido de pertenencia a estas Tierras de Gracia colman cualquier vacío que ose revestir la idiosincrasia de cualquier nativo. Ser venezolano definitivamente implica apego a lo venezolano, identificarlo y diferenciarlo de lo ajeno y sentirse orgulloso de lo que ello implica ya sea por sus riquezas, sus virtudes y sus defectos. Esto es el ser venezolano o al menos así se hace ver, a mí entender.

"Nadie tiene el derecho de expropiar la venezolanidad"


Caracas, julio 5 de 2012 (Corresponsalía).- El secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), Ramón Guillermo Aveledo, enfatizó que todos los ciudadanos tienen derecho a pensar diferente y, en alusión a recientes afirmaciones hechas por el presidente Hugo Chávez, recalcó que nadie puede ser expropiado de su "venezolanidad".
"Tenemos derecho a pensar diferente y lo ejercemos. A lo que no tenemos derecho, ninguno de nosotros, es a negar al otro, a desconocer su dignidad y su derecho, a insultarlo o a descalificarlo, a ex-propiarle su venezolanidad. Y mientras más alta sea la responsabilidad oficial más deber tiene esa persona de respetar a todos. El primer mandatario es el primer ciudadano de la República. Y la ciudadanía es noción igualitaria, democrática, solidaria. Que nunca da licencia para insultar o agredir, sino que es exigente en la obligación de respetar", comentó.
Durante el acto que se realizó en el Consejo Legislativo del estado Amazonas para celebrar el 201° aniversario del Día de la Independencia, Aveledo recalcó que las fiestas patrias deben unir al país y despertar un solo sentimiento.
"El patriotismo se demuestra. Tiene que ser vivencia cotidiana. Ideas que se convierten en accio-nes, acciones que producen resultados, resultados que mejoran la vida de la gente", acotó.
De acuerdo con un comunicado de prensa emitido por la MUD, el dirigente opositor reiteró que las instituciones del Estado tienen la obligación de velar por el bienestar de todos los venezolanos.
"Las personas merecen atención de la cuna a la tumba por parte de un Estado que promueva a todos y proteja a los más débiles, y le meta la mano al que lo necesita. Con educación de calidad, que no condene a nadie a la marginación. Con empleos suficientes y bien remunerados. Con servicios de sa-lud y políticas de vivienda. Con garantía de seguridad a todos en todas partes. Con cuerpos armados que nos defiendan, cuya presencia nos de tranquilidad", apuntó.
Aveledo aprovechó la oportunidad para extender un saludo a la Fuerza Armada Nacional, que el 5 de julio también celebra su día.
"En ningún caso la confundimos con las individualidades que abusan, que se asocian al contrabando, que acosan o atropellan. Las responsabilidades por actos ilícitos son personales, y nunca debe usarse la institución para eludir las sanciones legales que en justicia corresponden", destacó Ramón Guillermo Aveledo.
Vista al sur
En su discurso como orador de orden, el secretario ejecutivo de la MUD destacó la relevancia que Amazonas debe tener para el desarrollo del país. Indicó que es necesario aplicar las medidas pertinentes para garantizar el progreso en la región y generar prosperidad, bienestar, justicia, paz, libertad y garantizar la dignidad personal.
"Amazonas es parte fundamental de la patria. Venezuela no puede seguir viviendo de espaldas a esta tierra y a esta gente que son mucho más que una prolongación del sur en el mapa. Con la voz más clara, hay que recordárselo a los poderes públicos y a la sociedad toda. Como dice el poema de Benedetti convertido por Serrat en canción: el sur también existe", aseveró.

El nombre de Venezuela y la venezolanidad


En el documento más antiguo del Nuevo Mundo se menciona el nombre de un caserío llamado Veneciuela, el antecedente más probable del nombre de nuestro país

Por Carlos Alarico Gómez
El mapa de Juan de la Cosa fue elaborado en Sinamaica en 1499 y completado en España en 1500. En él se aprecia la imagen de San Cristóbal con una referencia del autor que dice: “Juan de la Cosa la fizo en el puerto de Santa María en el año de 1500”. La autenticidad del mapa fue establecida en 1987 por el “Gabinete de Documentación Técnica del Museo del Prado” y en la actualidad se puede admirar en el Museo Naval de Madrid. Es por tanto el documento más antiguo del Nuevo Mundo y en él se menciona el nombre de un caserío llamado Veneciuela, que es el más probable antecedente del nombre de nuestro país.
De la Cosa nació en 1450 (c.) en Cantabria y murió en la actual Colombia en 1509, en un enfrentamiento contra los indios guajiros. Tuvo un papel destacado como maestre en la nao Santa María, que condujo a Colón y sus hombres al Nuevo Mundo en 1492. Un año después participó en el segundo viaje y en 1499 se asoció con Alonso de Ojeda para efectuar una expedición hacia las tierras descubiertas, a la que se unió Américo Vespucio. Llegaron al territorio de Sinamaica el 24 de agos-to de 1499, causando una lógica intranquilidad en los paraujanos, pues los recién llegados eran gente de piel blanca y ojos claros, que hablaban en un lenguaje incomprensible.
Ojeda era un experimentado navegante y hombre de empresa, que probó su valor, don de gentes y generosidad en el tiempo en que le tocó actuar en el territorio del nuevo Mundo. Él y sus hombres se integraron rápidamente a las costumbres de los paraujanos y mostraron admiración por sus elementos culturales, especialmente por sus acogedores palafitos y la contagiosa música que interpretaban con sus flautas y maracas, mientras bailaban una danza a la que llamaban “areito”, vestidos con guayucos y adornados con hermosas plumas multicolores que colocaban en sus lacias cabelleras.
Juan de la Cosa era un cartógrafo originario de Cantabria, en tanto que Vespucio provenía de Florencia, Italia, donde ejercía la profesión de geógrafo. Ambos comenzaron a averiguar el nombre de los lugares por los que pasaban y así fueron determinando la toponimia y adaptándola a la fonética castellana: Maarekaye, Coquivacoa, Veneciuela. El primero le dio el nombre al lago y a la ciudad de Maracaibo, el segundo sigue conservándose en Colombia y el tercero es el nombre que se le daría al país, el cual se derivó del que tenía el pequeño caserío ubicado frente al lago y que en idioma añú significa agua grande.
Se ha repetido mucho que el nombre de nuestro país se debe al parecido que estos visitantes le encontraron a los palafitos con las viviendas de la ciudad de Venecia, aunque la sola idea es absurda. La única similitud entre ambos poblados es que algunas casas venecianas están construidas sobre el agua, aun cuando sus arquitecturas son absolutamente disímiles. La verdad hay que encontrarla en la Suma de Geographía, original de Martín Fernández de Enciso, que fue el primer libro impreso en el que se habla del Nuevo Mundo y que recibió el privilegio del Rey Carlos I el 5 de septiembre de 1518, siendo editado en Sevilla un año después. Fernández de Enciso conoció a de La Cosa y Alonso de Ojeda en 1502 y viajó con ellos hasta 1509, recorriendo el Lago de Maracaibo de punta a punta. En su obra refiere que “…cerca de la tierra está una peña grande que es llana encima della. Y encima della está en un lugar o casas de indios que se llama Veneciuela”.
El nombre Veneciuela aparece impreso por primera vez en el Mapamundi de Juan de La Cosa (1500) y fue escrito de acuerdo a su fonética. A este aspecto se refirió el padre Giovanni Botero a fines del siglo XVI en su obra Relaciones Universales del Mundo y en 1629 el padre Antonio Vásquez de Espinosa publicó su libro Compendio y Descripción de las Indias Occidentales, en la cual coincide en señalar que el nombre tiene un origen añú. En los documentos que dejó Vespucio no aparece nunca la aseveración de que él la llamó Venezziola, vocablo que resulta extraño en lengua italiana. Un italiano nunca usaría ese término. Una expresión más común sería la de Piccola Venezia cuya traducción es Pequeña Venecia y nunca Venezuela. Por lo tanto, toda la documentación conduce a la conclusión de que el nombre de nuestro país se origina en la lengua de los paraujanos (familia arawac) y quiere decir agua grande.
Sobre este aspecto es necesario destacar que la costumbre de los conquistadores era usar los nombres que los locales le daban a los lugares que habitaban, a los que adaptaban fonéticamente de acuerdo a las normas del idioma castellano. Ejemplo de ello se puede constatar en los nombres que le dieron a Barquisimeto (Variciquimeto), Caracas (Caraca), Mar Caribe (Caribe), Teques (Teque), La Guaira (Uaira), Maracay, Capacho, Lobatera y tantos otros. Sólo usaban nombre hispánicos cuando fundaban un nuevo poblado (Mérida, San Cristóbal, Angostura).

La integración cultural

Lo más importante de este suceso es sin duda la integración cultural, que se inició en el territorio de lo que hoy es Venezuela desde el momento en que Colón llegó a Macuro el 3 de agosto de 1498, de lo que dejó constancia en la carta informe que le envió a la reina Isabel, en la que le decía que encontró “las tierras más fermosas del mundo…Llegué allí una mañana, antes del mediodía, y por ver este verdor y esta fermosura acordé fondear y ver los pobladores, de los cuales algunos vinieron en canoa a rogarme, de parte de su rey, que descendiera a tierra…”. El Almirante encontró todo placentero, le agradó la gente y le gustó tanto el paisaje que llegó a pensar que se encontraba en el paraíso: …Al lago que hallé, tan grande que más se le puede llamar mar que lago, porque lago es lugar de agua y en siendo grande se le llama mar, por lo que se llama de esta manera el de Galilea y el Mar Muerto. Y digo que si esto no procede del Paraíso Terrenal, viene y procede de tierra infinita…más yo muy asentado tengo en mi ánima que allí en donde dije tierra de gracia se halla el Paraíso Terrenal…”.

El proceso de transculturación que se vivió en este territorio dio origen a nuestro mestizaje, al que se refiere ampliamente Bolívar en su Carta de Jamaica (1815). La tradición mestiza de la región zuliana es sin duda las más antigua que existe en el país, en la que se observan elementos arawacos, ibéricos y africanos. La música con que bailaban el “areito” se convirtió en gaita, mientras que en la región de Bobures surgió un estilo musical para animar el “Baile de San Benito”. En el Zulia están los orígenes más profundos de nuestro mestizaje. Es el corazón mismo de la venezolanidad.
Muy cerca está Paraguaná, península de gran hermosura, visitada por Alonso de Ojeda en agosto de 1499, donde se encontró con los amistosos caquetíos, que se ocupaban de comerciar con las vecinas islas del Caribe. Ojeda se quedó tan prendado de esa tierra, así como de sus costumbres, que allí conoció a la india Guariyá, de la que se enamoró y con la que más tarde se casó, una vez que ella aceptó recibir el bautismo y cambiar su nombre por el de Isabel. De esa unión nacieron tres hijos, que Ojeda llevó a España junto con su esposa para darlos a conocer a sus familiares y a la Corte. Fue sin duda un gran amor. Se quisieron tanto que Isabel no quiso vivir más cuando se produjo el fallecimiento de Ojeda en Santo Domingo y, sin que sus hijos lo supieran, se fue al cementerio y se acostó sobre su tumba, donde fue hallada muerta a los pocos días. Allí reposan los restos de esos dos grandes amantes, que dieron inicio a la integración étnica que hoy predomina en nuestro país.
Poco tiempo después de la muerte de Alonso de Ojeda y de su amada Isabel, el rey Carlos I emitió una real cédula el 27 de marzo de 1528, mediante la cual declaraba constituida la Provincia de Venezuela en el territorio que se encuentra entre “…el Cabo de La Vela o del fin de los límites y términos de la dicha Gobernación de Santa Marta hasta Maracapana, leste oeste norte y sur de la una mar a la otra, con todas las islas que están la dicha costa, ecebtadas las que están encomendadas y tiene a su cargo el factor Juan de Ampíes”. Es decir, dio el nombre de Venezuela a la nueva provincia española, cuyo territorio comenzaba muy cerca del antiguo caserío Veneciuela y que terminaba en la bahía de Pozuelos. Coro, la tierra del cacique Manaure, sirvió de capital a la Provincia de Venezuela, dando origen a la venezolanidad.

Conclusiones

Fernández de Enciso tuvo la oportunidad de visitar Veneciuela en 1502, lo que le sirvió de base para publicar su libro. Fue el único que estaba vivo en el momento en que Carlos I decretó la creación de la Provincia de Venezuela en 1528. De la Cosa fue asesinado por los indios en 1509, Vespucio murió en Sevilla en 1512 y Ojeda en Santo Domingo en 1516. Fernández de Enciso estaba cerca del rey y fue seguramente quien influyó en el nombre que el monarca le dio a la nueva provincia.
Juan Botero, que también viajó por el lago de Maracaibo y la costa caribeña escribió en su libro Relaciones Universales del Mundo (1629) que “En el golfo de Venezuela hay una población de indios con ese nombre edificada en un peñasco essempto y relevado que se muestra sobre las aguas”. En ambos casos los cronistas dicen que existe un poblado indígena llamado Veneciuela. Finalmente, en un enunciado muy valioso, que reafirma la autoctonía del vocablo, Antonio Vázquez de Espinosa, sacerdote español que viajó por casi todo el continente en el último tercio del “Cinquecento”, escribió en su Compendio y descripción de las Indias Occidentales, fechado en 1629, lo siguiente: “Venezuela en la lengua natural de aquella tierra quiere decir agua grande, por la gran laguna de Maracaibo que tiene en su distrito, como quien dice, la Provincia de la grande laguna…”.
Esta versión es históricamente demostrable, además de consistente con la política que al respecto seguían los conquistadores para bautizar los lugares descubiertos o fundados. Lo de pequeña Venecia, en cambio, es una tesis peregrina, surgida de comentarios intrascendentes que Vespucio le escribió a su paisano florentino Lorenzo de Medicis, uno de sus protectores, en una carta fechada en Sevilla el 18 de julio de 1500. Por lo tanto, se debe concluir que el topónimo Venezuela es autóctono y sobre eso no debería haber ninguna duda.

La venezolanidad en la obra de Arturo Uslar Pietri


La venezolanidad en la obra de Arturo Uslar Pietri (página 2)



Partes: 12


  1. El rescate del pasado
La tierra se hace historia desde que el hombre la toca.
Arturo Uslar Pietri
Para el escritor nuestra Venezolanidad debe asentarse, entre otras cosas, en un genuino y auténtico rescate del pasado que se traduzca sobre todo "en rastrear en el presente las grandes presencias del pasado."
No tiene empachos Uslar, al sostener que el rescate del pasado, frase que utilizó para denominar su Discurso de Incorporación a al Academia Venezolana de la Historia, debe ser realizado prescindiendo de concepciones de la historia patria que distorsionan el pasado y lo reducen a determinadas dimensiones que el escritor rechaza categóricamente. En este sentido, Uslar Pietri insiste en desechar visiones imperantes de nuestra historia como las siguientes:
  • " Los viejos historiadores solían decir que la historia es la maestra de la vida y con ello apuntaban, más con un propósito moral que histórico, a la conveniencia de estudiar el pasado para no incurrir de nuevo en los mismos errores del presente." (Uslar Pietri, 1988, 314)
  • Si la historia no debe ser concebida con intenciones morales, mucho menos debe promover una visión heroica. Sobre esta extendida y cada vez más exaltada perspectiva de nuestra historia nacional como gesta épica y sobrehumana, Uslar expresa: "Si la imagen que la historia da a un pueblo de su propio ser colectivo y de su quehacer fundamental en los tiempos es una visión de orgulloso sacrificio y entrega a ideales intemporales, será difícil llevarlo a acometer las ordinarias tareas del taller, del camino y del mercado que es la ocupación de la gente organizada y productiva." (Uslar Pietri, 1988, 314)
  • El autor lamenta que la imagen de nuestro pasado sea generalmente "el resultado de una operación de mutilaciones, preferencias y prejuicios que los historiadores han hecho sobre la materia historiable (…) La historia de Venezuela, en la forma en que más activamente influye sobre la mente del venezolano medio, que es precisamente la de los manuales elementales que aprenden nuestros niños, es un relato parabólico segmentado en tres tiempos: Es decir, una historia caprichosamente organizada en torno a una perspectiva arbitraria, con un borroso arranque, una culminación breve y fulgurante y una interminable decadencia." (Uslar Pietri,1988, 314 y 315)
A la luz de estas apreciaciones, el escritor propone una historiografía nacional diferente que sea capaz de rescatar efectivamente nuestro pasado, de "escribir una historia sin intenciones, que sea a la vez el reflejo y la explicación del quehacer humano en todas sus dimensiones y variedades, donde junto a la fuerza del hecho económico, esté el poder de la creencia, donde junto a la acción del héroe esté la del medio, donde junto a las técnicas deltrabajo estén las obras del pensamiento; donde junto a la estructura social esté la concepción cultural; una historia de los trabajos, de las acciones, de los pensamientos y de las creaciones; una historia de los grandes hechos y de las diarias tareas, una historia en que esté lo universal junto a lo peculiar de cada pueblo. Una historia del hombre entero para la comprensión completa del hombre." (Uslar Pietri, 1988, 314 y 315)
En coherencia con su particular visión historiográfica, el escritor desecha que nuestro pasado, como ya lo hemos indicado, sea reducido a esos tres tiempos que describe como "un borroso arranque, una culminación breve y fulgurante y una interminable decadencia". En este orden de ideas, confiesa con intimo tono que: "Muchas veces me he detenido a reflexionar sobre esta manera de sentir y narrar la propia historia y sobre todas las grandes consecuencias que involucra. No es de extrañar que influidos por ella tantos venezolanos hayan mirado con injustificado desdén la gran labor constructiva de la época colonial, o hayan sentido que todo lo que ocurrió después de la muerte del Libertador, es tan sólo el melancólico recuento de una especie de degeneración nacional." (Uslar Pietri, 1988, 315 y 316)
El múltiple y abierto rescate de nuestro variado y rico pasado, es considerado por nuestro pensador como uno de los requisitos fundamentales para laconstrucción de nuestra identidad como venezolanos y para una mejor comprensión de nuestra Venezolanidad. Enfático insiste: "Si carecemos de una visión del pasado, suficiente para mirar nuestro ser nacional en toda su compleja extensión y hechura, carecemos de historia en dos sentidos, de historia como explicación del pasado y de historia como empresa de creación del futuro en el presente:" (Uslar Pietri, 1988,321)
  1. No sólo la lengua, sino una gran parte de las emociones
    y nociones de nuestra alma colectiva son herencia de
    la Edad Media Castellana.
    Arturo Uslar Pietri
    El reconocimiento de nuestra hispanoamericanidad es otro de los elementos fundamentales de la Venezolanidad. Uslar Pietri así lo concibe y sin vacilaciones lo expresa: "Somos y no podemos ser otra cosa que hispanoamericanos (…) Somos hispanoamericanos y es esto y no otra cosa lo que nos da dignidadvalor y presencia ante el mundo." (Uslar Pietri.1986, 330)
    Este carácter de hispanoamericanos, definitorio también de nuestra manera de ser hombres y gentes a la venezolana se expresa de muchas maneras. Nuestro escritor es minucioso al detallar esas expresiones.
    En una apretada síntesis, expone los rasgos y elementos de la influencia de España en la conformación de nuestro ser nacional. Así expresa que además de la lengua, del idioma que nos permite comunicarnos sin mayores dificultades ni limitaciones con España y las demás comunidades hispano parlantes, otros conceptos, sentimientos e instituciones son producto directo e inmediato de esa influencia hispánica: "El concepto de la ciudad y la familia, la figura del alcalde y la del cura, la invocación de los santos patronos y la forma de las fiestas populares.
    La casa de zaguán y de ventana entejada, el estrado de las mujeres, el refrán ‘que dice la vieja detrás del fuego’, el concepto de la autoridad, de la obediencia, del honor y del buen orden. La idea de la riqueza y la importancia de la salvación del alma, el menosprecio del trabajo servil y el ideal de una vida señorial y caballeresca, todo eso surge y resurge, como la ola en la playa, en el combatido drama de nuestra historia nos viene por derecha vía, de los castellanos de la Edad Media." (Uslar Pietri.1986.318)
  2. El carácter de hispanoamericanos
  3. El mestizaje definidor
Es sobre la base de este mestizaje fecundo y poderoso
donde puede afirmarse la personalidad de la América hispana,
su originalidad y su tarea creadora. Con todo lo que le llega
del pasado y del presente, puede la América hispana definir un
nuevo tiempo, un nuevo rumbo y un nuevo lenguaje para la
expresión del hombre, sin adulterar lo más constante y valioso
de su ser colectivo, que es su aptitud para el mestizaje
viviente y creador.
Arturo Uslar Pietri
Enfáticamente Uslar Pietri afirma que "lo verdaderamente importante y significativo fue el encuentro de hombres de distintas culturas en el sorprendente escenario de la América. Este y no otro es el hecho definidor del Nuevo Mundo." Esta insistencia del escritor no implica, sin embargo, el desconocimiento u omisión del hecho sanguíneo, es decir, el mestizaje entre seres humanos provenientes de etnias diferentes: la indígena con marcados rasgos de tipo mongoloide, que era la originaría de las tierras encontradas; la caucásica que vino de Europa y la negroide que – forzada - provino delÁfrica.
De estos encuentros interraciales surge, en su momento, el término mestizo para nominar a los primeros vástagos provenientes del cruce entre blancos y aborígenes. Según la opinión de Garcilaso, el Inca: "A los hijos de español y de india, o de indio y española, nos llaman mestizos, por decir que somos mezclados de ambas naciones; fue impuesto por los primeros españoles que tuvieron hijos en indias, y por ser nombres impuestos por nuestros padres y por su significación, me llamo yo a boca llena y me honro con él."
De esta extendida mezcla étnica emerge, desde los mismos albores de la América Hispana, una sociedad multirracial, una miscegenación que dependiendo de las circunstancias de espacio y tiempo de la conquista y la colonización, estuvo determinada por factores de diversa naturaleza y envergadura: densidad demográfica de la población indígena, estructura social aborigen, sistemas de explotación colonial más o menos desarrollados, entre otros. Este mestizaje sanguíneo, en criterio de Uslar Pietri, "tiene su innegable importancia desde el punto de vista antropológico y muy favorables aspectos desde el punto de vista político," aunque tajante insiste en que: "el gran proceso creador del mestizaje americano no pudo ni puede estar limitado al mero mestizaje sanguíneo. "
Este mestizaje étnico tuvo como elementos conformadores las razas o etnias ya comentadas: la blanca, la india y la negra, cada una de ellas, al decir de Uslar, le otorgará también características propias para que el mestizaje sea uno de los principales componentes de nuestra Venezolanidad.
  1. Los Blancos
Recordemos que la discusión sobre la denominada raza blanca, sobre el llamado hombre blanco es, al decir de Luis Moreno Gómez, "tan genérica como la que se produce alrededor de cualquier otro color para denominar a los seres humanos." En efecto, esta denominación, hace ya un tiempo dejada de lado por antropólogos y etnólogos continúa, sin embargo, siendo utilizada por aquellos que buscan establecer una diferenciación entre seres humanos de origen caucásico y de origen negro – africano. En el caso de la Conquista y Colonización de América, la raza blanca estuvo representada, en primer término, por españoles - originarios fundamentalmente de Al – Andalus y de Extremadura - que salieron durante los primeros años de la Empresa de Indias por los puertos de Cádiz y Sevilla, en búsqueda de una nueva ruta para dirigirse a las Indias, y se toparon súbitamente con este nuevo, desconocido y desconcertante continente, ampliando así la visión del ecumene que para chinos, árabes y europeos estaba representada exclusivamente por el viejo mundo, al que ahora habría que incorporar este Nuevo Mundo inédito, ignoto y sin nomenclatura, producto del encuentro fortuito entre dos razas, dos civilizaciones, la blanca y la indígena, a la que más tarde se añadiría la africana.
En el caso de Venezuela, podemos afirmar entonces que nuestra historia blanca comienza en 1498, cuando en su tercer viaje a las Indias Occidentales, Colón se encuentra con la entonces denominada Tierra de Gracia.
Uslar Pietri, al referirse al español que llegó a aportar tanto su sangre como su concepción imperante del mundo al Nuevo Mundo, nos recuerda: " Los hombres que llegaron detrás de Colón eran los portadores de un complejo pasado cultural. Eran castellanos, cristianos viejos, hijos de la historia mediterránea. (…) Estos castellanos que vinieron a establecerse en la nueva tierra representaban la hora en que la Romania, salida de la Edad Media, creaba el Renacimiento. Eran hijos de las empresas y de los motivos de esa hora, pero a la manera castellana." (Uslar Pietri, 1986, 316 y 317)
2. Los indios
A los blancos provenientes de España inevitablemente se unieron, en ese indetenible proceso de entrevero racial, los habitantes originales de América, los indígenas amerindios, quienes, en pasadas épocas, llegaron al continente americano provenientes del Asia y de las Islas del Pacífico, tal como lo evidencian las investigaciones históricas, y en especial las genéticas, como la desarrollada por el Dr. Tulio Arends, quien denominó Diego a un factor sanguíneo encontrado tanto en la sangre de los indios venezolanos como en otros contingentes humanos de diversos países asiáticos.
Los aborígenes del Nuevo Mundo pertenecían a muy variadas y diversas etnias que, en algunos casos, como ocurrió básicamente con los incas y losaztecas, eran dueños de verdaderos imperios, de imponentes civilizaciones, que podían competir en pie de igualdad, en términos de organización social y política, de construcciones e infraestructura, de protocolos y riquezas, de gastronomía, con las de los europeos que contaban, empero, con una mejor preparación para la guerra, y con mejores instrumentos para el combate y la exterminación de sus semejantes. Recordemos entonces que a lo largo de la conquista de América, los españoles se encontraron con tres grandes áreas o civilizaciones de distinto nivel de desarrollo desde el punto de vista artístico, cultural, organizativo, urbano y científico, a saber: Área mesoamericana: comprendía gran parte del actual MéxicoGuatemala, Honduras y parte de Nicaragua.
En todas estas regiones existieron rasgos comunes y manifestaciones culturales parecidas. Entre ellos se encuentran: las pirámides escalonadas; los patios recubiertos de estuco; los juegos de pelota; el sistema numérico vigésimal y los meses de veinte días; el doble calendario solar y litúrgico (el tonalpuhalli): los ciclos de 52 años; el cultivo del cacao en casi toda el área y también del maguey con el que fabricaban papel, y una escriturajeroglífica. Área circuncaribe: su centro de actividad estaba situado en las tierras del Caribe, las Antillas, los países meridionales de Mezo América y costas del Caribe de Colombia y Venezuela. Los principales elementos culturales de esta área eran: el trabajo del oro y la tumbaga; el cultivo de la mandioca; una común ausencia de construcciones de piedra y el trabajo artesanal de la madera. Eran altamente guerreros y de carácter nómada. Área andina: se extendió a lo largo de la Cordillera de los Andes, desde Colombia hasta el Norte de Chile y Argentina. En toda la región se practicó el culto a los muertos y la conservación de cadáveres en envoltorios y las tumbas en pozos; trabajan el cobre y el bronce; su sistema numérico se asentaba en un conjunto de nudos, el quipo, dispuesto de acuerdo con reglas precisas. Cultivaban la coca, la papa, el maíz.
En Venezuela, como acertadamente lo recuerda Moreno Gómez: "contrariamente a lo que sucedió en Perú y en México, no hubo un imperio incaico ni azteca (…) Lo cierto es que el indio venezolano está allí desde el Génesis y toma sus diferentes nombres según sus tribus u organizaciones primitivas, organizaciones ad hoc para su entorno, sus necesidades, sus aspiraciones y su comprensión del mundo y del universo al cual pertenecen. Hablan su propio idioma, que no es siempre el mismo entre todos los grupos según las regiones donde están establecidos. Tienen sus nombres propios, los cuales resultaron ser castellanizados…" (Moreno Gómez, 1988, 2002)
En el caso específico de Venezuela, recordemos que al momento del encuentro de esos dos mundos, existía un conjunto de etnias indígenas que pertenecía a las familias Arahuac, caribe y chibcha con una menor representación de la familia tupí-guaraní. En la actualidad, persisten alrededor de treinta etnias indígenas que representan aproximadamente el 2% de la población venezolana, a saber:
Acahuayo: también llamados akawaio o waika de la familia lingüística Caribe. Están ubicados en la frontera del estado Bolívar con la Guayana y de características culturales semejantes a los Pemones.
Arachuac del Delta Amacuro: de la familia Arawak. Se trata de un grupo muy aculturado, que vive en la frontera de Delta Amacuro con la Guayana.
Arahuac del Río Negro: conocidos también como baniva, baré, guarequena, curripaco y piapoco, de la familia Arawak. Son un grupo muy aculturado e integrados en una economía basada en la explotación del chiquichique, (un tipo de fibra) y el pendare (tipo de goma). Viven en la frontera del Territorio Amazonas con Colombia.
Arutani: también Anaké. Es un grupo casi extinto de filiación desconocida, ubicados en el Alto Paragua, estado Bolívar.
Bari: también conocidos como motilones bravos, su familia lingüística es la chibcha. Es un grupo poco aculturado, situado en la Sierra de Perijá, estado Zulia, cerca de la frontera entre Colombia y Venezuela. Excelentes agricultores, portadores de la cultura bastante integrada. Sus contactos con el elemento criollo fueron violentos hasta el año 1960. Desde entonces ha tenido lugar un pequeño incremento demográfico, inclusive en Colombia.
Cariña: viven en pequeños enclaves en el centro y sur del estado Anzoátegui y norte del estado Bolívar. Se trata de grupos agrícolas muy aculturados, provistos de una buena organización social, pero sin una capa dirigente propiamente dicha.
Guajibo: llamados igualmente guahibo, chiricoa, cuiva son independientes de otras familias. Se localizan al sur del estado Apure y al noroeste del Territorio Amazonas (sin contar la región del Meta y del Vichada en Colombia). En Apure, también se les conoce con el nombre de Chiricoas y Cuibas. Se trata de un grupo de extracción sabanera originalmente dedicado a la recolección. Presenta un alto grado de aculturación en las cercanías de los centros urbanos (Puerto Ayacucho, San Juan de Manapiare, El Amparo, etc.).
Guajiro: (Arawak): ubicados principalmente en el estado Zulia y en Colombia. La incidencia de la cultura nacional es alta en las zonas urbanas como Maracaibo, Santa Bárbara, Sinamaica y Paraguaipoa, y escasa en la península de la Guajira.
Guarao o Warao: viven en el Delta del Orinoco, en Delta Amacuro, al este de Monagas y sur de Sucre y en Guayana. Viven generalmente a orillas de los caños, dedicados a la recolección, pesca y, en menor grado, a la agricultura y la caza.
Guayqueri: es un grupo muy aculturado que vive en "El Poblado" isla de Margarita, estado Nueva Esparta.
Mapoyo o Yahuana: son de la familia Caribe. Se encuentran al norte del estado Amazonas.
Maquiritare o yecuana: de la familia Caribe, están ubicados en el este del estado Amazonas y sur del estado Bolívar. Grupo agrícola medianamente aculturado y de fuerte personalidad étnica. Se localizan por las márgenes de los ríos Cunucunumo, Erebato, Caura, entre otros.
Panare: zona noroeste del estado Bolívar (Caicara, La Urbana, Turbia). A pesar de sus frecuentes contactos con la población criolla, se trata de un grupo poco aculturado de economía recolectora y en menor medida agrícola.
Paraujano: (Arawak). Viven en el norte del estado Zulia (laguna de Sinamaica), isla de Toas, el Moján, Santa Rosa de Agua. Se encuentran aculturados y mestizados.
Pemón: también conocidos como arecuna, taurepang, comaracoto, de la familia Caribe. Están ubicados en el centro y sureste del estado Bolívar, principalmente por el río Paragua y la Gran Sabana, en Guayana y Brasil. Se trata de un grupo de tendencia demográfica ascendente, medianamente aculturado. Su economía gira alrededor de la agricultura y la minería (en esta última en calidad de asalariados).
Piaroa: Están situados al centro y norte de Amazonas y en Colombia. Presentan un nivel de aculturación mediano o escaso. Se dedican fundamentalmente a la agricultura.
Puinabe: habitan cerca de San Fernando de Atabapo (Amazonas) y en Colombia. Culturalmente se asemejan a las poblaciones araucas del Río Negro
Sape: grupo casi extinto de filiación desconocida del Alto de Paraguana, estado Bolívar.
Yanomami: viven al sur del estado Bolívar y sureste del estado Amazonas por el Alto Orinoco, el Ocamo, el Padamo, etc. Su grado de aculturación es mínimo. Sus actividades económicas son la recolección, la caza y la pesca.
Yaruro: se encuentra en el centro y el sur del estado Apure. Este grupo, prácticamente desahuciado por etnólogos de comienzos de siglo, está dandoseñales de recuperación, sobre todo en Guachara y en el río Cinaruco. Se dedican a la recolección y a la agricultura y se caracterizan por un alto grado de conciencia étnica y un fervor mágico-religioso intenso, a pesar de su fuerte grado de aculturación.
Yucpa: también se conoce como motilones mansos. Viven en la Sierra de Perijá en el Zulia. (Frontera colombo venezolana). Medianamente aculturados y dedicados al cultivo de conucos o rozas. (Aldeasa educativa: la sociedad del conocimiento). Página de Internet )
Por su parte, Uslar refuerza la presencia decisiva del elemento indígena en nuestra Venezolanidad: "Hubo, por descontado, el indio, que representa el elemento más telúrico en nuestro sentimiento de nacionalidad. Sentimos la tierra personificada en el indio. Eso explica la paradoja sentimental de que sintamos más como nuestro héroe al Guacaipuro derrotado que al Losada vencedor, a pesar de que nuestras características nacionales sean un resultado de la victoria de éste. En vastos aspectos sociales está presente el indio, en el maíz, en la arepa, en el cazabe, en la coa de cultivar, en el rancho en que habita nuestra gente humilde y en el gran hecho social y económico del conuco, como sistema tradicional de trabajo, vida y producción para la mayoría de nuestro pueblo en lo más de su historia." (Uslar Pietri, 1986, 319)
3. Los negros
En lo concerniente al aporte sanguíneo africano al mestizaje americano, es conveniente recordar que en los tiempos de la colonización "al indígena americano casi se le exterminó ‘porque su pereza, su resistencia soberbia y su pensamiento profano’ no producían beneficios importantes para Europa: como consecuencia de ello se recurrió al negro africano para explotar al máximo su fortaleza animal y su escaso valor cívico." (Guerra Cedeño.1994.9)
Por estas razones, vino a dar a América un importante contingente de negros que, en calidad de esclavos, llegaron al Nuevo Mundo para contribuir también, con su sangre primero y con su concepción del mundo después, a conformar el mestizaje americano. En este sentido, es conveniente recordar que las dos grandes procedencias del negro que llegó a América en condición de esclavo, se ubican en las regiones Sudán, al noroeste de África, y Bantú, al suroeste del mismo continente, de donde vendrían, respectivamente, los genéricamente denominados mandinga y angola.
España entra en el comercio esclavista en los tiempos de la conquista y colonización del Nuevo Mundo con el deseo de aumentar sus ingresos, participando en las ganancias que deparaba la trata de negros iniciada por los navegantes portugueses, quienes trajeron, primero a Lisboa, la metrópolis, y luego a América, esclavos provenientes de las famosas Costas de Guinea, Costa de Marfil, de Malagueta, de Oro, de los Esclavos, y de una que fue menos conocida: la Costa de las Buenas Gentes, cuyos habitantes "parecen haber sido los únicos que se negaron a practicar el tráfico de esclavos."(Guerra Cedeño.1984.9)
En 1505, el Rey Fernando envió un pequeño número de esclavos negros a trabajar en las Minas de la Española, quienes respondieron muy bien a las exigencias de las fatigosas tareas, propiciando que, en 1510, se le encomendara a la Casa de Contratación de Sevilla el traslado de 200 nuevos negros con el objetivo de aliviarle el trabajo a los indígenas e incrementar las ganancias de la actividad minera para beneficio de la Corona Española. Después de esa fecha, sea a través de la figura de las Reales Cédulas Especiales o del Asiento de Negros, los españoles trajeron innumerables esclavos provenientes del África que se constituyeron en verdaderas Piezas de Indias.
De conformidad con los siguientes criterios fenotípicos pasaron al Nuevo Mundo más de once millones de esclavos provenientes de diversos confines del África Negra que, en la opinión de los viejos cronistas, viajeros, negreros y religiosos, tenían las siguientes características en atención a su proveniencia étnica:
«Los Congos propiamente dichos, son negros magníficos, robustos, duros a la fatiga y, sin contradicción, son los mejores de nuestras colonias.
Los Ashanti no son propensos al trabajo de la tierra, pero son excelentes para el trabajo doméstico, fieles a sus amos.
Los Arara (Ewe), fuertes, acostumbrados al trabajo y a las grandes fatigas. Aceptaban de buena gana la esclavitud, pues habían nacido en ella.
Los Ibos, propensos al suicidio al menor castigo.
Los Lucumies (Yoruba), son un pueblo orgulloso y guerrero, al principio de su esclavitud son difíciles de manejar, pero después ceden a ella.
Los Carabelies (Efis) son perezosos y descuidados.
Los Angolas, dóciles y alegres, capaces de aprender oficios mecánicos.» (García.1990.48)
De acuerdo con la investigación citada, "en Venezuela la introducción de esclavos negros mediante licencias, asientos y otras formas legales comenzó alrededor de 1530. En 1543 se menciona la introducción por el Cabo de la Vela y desde 1561 hasta 1565 por las costas Borburata. En la Guaira desembarcaron esclavos a partir de 1580 y desde allí fueron distribuidos a diversas regiones del país principalmente a la provincia de Caracas, donde se concentró gran parte de la población negra llegada a Venezuela. Igualmente, hubo una alta entrada y concentración de esclavos negros en las ciudades de San Felipe, Coro y las Costas Orientales. En la provincia de Caracas, una numerosa población de negros esclavos fue instalada en la región de Barlovento para explotar el cultivo de cacao."(García.1990.48)
Con la finalidad de aclarar con mayor precisión y en términos más contemporáneos, la relación entre sitio y etnia en el África actual, nos parece conveniente reproducir el cuadro aportado por el ya citado Jesús García.
Lista de Topónimos y Etnónimos Africanos
  
Topónimos-región de África
Etnónimos
Angola – Angola
Mbundu, Imbangla, Congo
Mina – Ghana – Togo
Ashanti
Lucumí – Nigeria
Yoruba
Loango – Congo
Bavili
Tari – Togo
Ewe
Arara – Dahomey (Benín)
Ewe – Fon
Gelofe – Senegal
Wolof
Nakenba – Cabinda – Angola
Bayombe
Cabinda – Angola
Bayombe – Bavili – Congo
Carabalí – Nigeria
Efik – Ibibio
Congo – Congo
Congo
Matamba – Angola
Mbundu – Imbangala
Enbuyla – Congo
Congo
Nago – Nigeria
Yoruba
En lo concerniente al aporte negro al mestizaje, a ese clave elemento de nuestra Venezolanidad, Uslar comenta que: "En la sentina de los barcos negreros con el cargamento de dolorosos brazos encadenados, venían lenguas, creencias, mitos, cantos, danzas, concepciones mágicas del mundo. Esta influencia, no sólo como fuerza de trabajo en la producción de los grandes cultivos coloniales como el cacao y la caña de azúcar, sino como contribución espiritual tuvo gran importancia como pueblo. Se ha estudiado poco la que pudiéramos llamar la pedagogía de los esclavos en la formación de nuestra alma colectiva." (Uslar Pietri, 1986, 319)
Esa inconmensurable e indetenible mezcla de indios, blancos y negros dio origen a veintidós castas diferentes, embriones de nuevas e infinitas mixturas, de acuerdo con uno de los cronistas del Nuevo Mundo:
De español e india, mestizo.
De mestizo y español, castizo.
De castiza y español, español.
De española y negro, mulato.
De español y mulato, morisco.
De español y morisca, albino.
De español y albino, torna atrás.
De indio y torna atrás, lobo.
De lobo e india, zambayo.
De zambayo e india, cambujo.
De cambujo y mulata, albarazado.
De albarazado y mulata, barcino.
De barcino y mulata, coyote.
De coyote e india, chamizo.
De chamizo y mestiza, coyote mestizo.
De coyote y mestizo, allí te estás.
De lobo y china, jíbaro.
De cambujo e india, zambayo.
De zambayo y loba, calpamulato.
De calpamulato y cambuja, tente en el aire.
De tente en el aire y mulata, no te entiendo.
De no te entiendo e india, torna atrás.
En referencia a las voces o denominaciones de esta prolija y particular diferenciación étnica que se derivó del entrevero racial en la América Española, Juan Bautista Olaechea señala algunas características que merecen ser tomadas en consideración, y que a continuación citamos:
  • Son voces derivadas y adaptadas en sentido traslaticio de raíces hispanas y en algunos casos de raíces indígenas, a veces de procedencia del reino animal.
  • Son denominaciones surgidas de un origen popular, no científico. Nadie pensó en raíces griegas o latinas para expresar las diferentes categorías demezclas y precisamente por ello se advierte la falta de coincidencia morfológica y un cierto confusionismo semántico.
  • La tercera característica es la copiosidad. Las posibilidades de mezcla conjugando las tres razas, india, europea y africana, son realmente amplias, y aún sin agotar del todo dichas posibilidades, se llegó a una minuciosidad analítica sorprendente. (Olaechea.1992.260)
En el caso particular de nuestro país, en el Diccionario de Historia de Venezuela (Tomo 3, p.152), se constata que: "la rapidez y amplitud en la formación de la población mestiza se explican, por un lado, porque entre los españoles no existían trabas étnicas para cohabitar con personas de cualquier grupo racial y por otro, porque la conquista fue una empresa masculina en la que escasearon, por consiguiente, las mujeres blancas. El amancebamiento entre españoles e indias tuvo que ser frecuente, y de él surgieron los más importantes núcleos de mestizos venezolanos durante los siglos XVI y XVII.
Este hecho comunicó a esa población la situación incómoda de un origen ilegítimo…" Conviene recordar que nuestro mestizo por antonomasia, nuestro Garcilaso, el Inca, fue el conquistador Francisco Fajardo, hijo del español del mismo nombre en Isabel, cacica guayquerí. Este mestizo hispanizado, producto del cruce de español con india, quien, además del idioma español dominaba varias lenguas amerindias, fue a mediados del siglo XVI, uno de los protagonistas y artífices de la conquista de la zona Norcentral de Venezuela.
Para la época de la independencia de España, de acuerdo con datos suministrados por Eduardo Arcila Farias, en la Provincia de Caracas el 37.8 % de la población estaba constituida por pardos, término genérico utilizado para denominar el producto racial de la mezcla de negro con blanco, mientras que los blancos, incluyendo como blancos a los mestizos hispanizados, alcanzaban sólo un cuarto de la población, el 25.6 %, el resto eran negros e indios.
En fin, concluyamos con esta abarcadora cita de Uslar Pietri: "Este fecundo y original proceso de mestizaje que nos caracteriza está presente en todas las formas de nuestra vida social y cultural. Hay mestizaje vivo en nuestra lengua, en nuestro folklore, en nuestra literatura, en nuestras costumbres: Son mestizas nuestras técnicas de producción y nuestra arquitectura. La chícura va con el arado romano y la pared de bahareque con el techo de tejas. Junto a variantes activas del romancero castellano, está en la mente de nuestro pueblo, lleno de enseñanzas e incitaciones, el vasto ciclo pedagógico de las aventuras de Tío Tigre y Tío Conejo que nos dieron los africanos.
Hay todo un muestrario del mestizaje, en una fiesta como la de los diablos del Día de Corpus, y lo hay también en la evolución del barroco en las fachadas de nuestra iglesia, en el mobiliario del hogar tradicional, y en muchas de prácticas medicinales o mágicas. Es mestiza nuestra cocina (...) Nuestro quehacer histórico, nuestra originalidad histórica, tiene que ver esencialmente con ese proceso consciente e inconsciente de creación de formas, de concepciones y actitudes por medio del mestizaje. (Uslar Pietri, 1986, 319)
BIBLIOGRAFÍA BÁSICA
Avonto, Luigi (1999) Operación Nuevo Mundo. Américo Vespucci y el enigma de América. Instituto Italiano de Cultura. Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos – Caracas, Primera Edición.
Becco, Horacio Jorge. (1991) Crónicas de la naturaleza del Nuevo Mundo. Cuadernos Lagoven, Caracas.
Diccionario de Historia de Venezuela (1997) Fundación Polar. Caracas. Segunda Edición.
García, Jesús. (1990) África en Venezuela. Pieza de Indias. Cuadernos Lagoven Caracas. Primera
Edición.
Guerere Tabaré (1995) Las Diosas negras. Alfadil Editores. Caracas Primera Edición.
Guerra Cedeño (1984) Franklin. Esclavos negros, cimarroneras y cumbes de Barlovento. Cuadernos Lagoven, Caracas:
López de Gómara (1985) Francisco. Historia General de las IndiasBiblioteca de Historia, Ediciones Orbís, Barcelona.
Olaechea, Juan Bautista (1992) El mestizaje como gesta. Editorial MAPFRE, Madrid.
Pardo, Isaac J. (1988) Esta tierra de gracia. Papeles de Tierra Firme. Ministerio de Relaciones Exteriores, Caracas, Sexta Edición.
Uslar Pietri, Arturo (1986) Medio Milenio de Venezuela, con selección de Efraín Subero. Cuadernos
Lagoven. Caracas.
Viloria Vera, Enrique (2005) El mestizaje americanoUniversidad Metropolitana / Caracas y Centro de
Estudios Iberoamericanos de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid. Caracas.
Enrique Viloria Vera